La misteriosa relación entre San José Mogote y Monte Albán

Introducción a los predecesores zapotecas
En los fértiles valles de Oaxaca, la historia de la civilización zapoteca se despliega a través de dos sitios fundamentales: San José Mogote y Monte Albán. Estas localidades representan una transición crucial en la historia mesoamericana, del liderazgo tribal a los centros urbanos complejos. San José Mogote, considerado la proto-capital zapoteca, sentó las bases de lo que más tarde sería la grandeza de Monte Albán, invitándonos a explorar su profunda conexión.
Las investigaciones arqueológicas han revelado cómo las élites y las poblaciones se desplazaron, marcando un proceso de sinoicismo que centralizó el poder. Esta relación refleja la evolución de la estratificación social, las redes comerciales y las prácticas ceremoniales en la región. Comprender estos vínculos ofrece una ventana a los avances técnicos y dinámicas culturales del antiguo Oaxaca.
A medida que nos adentramos en los detalles, se aprecia cómo estos sitios, separados solo por unos kilómetros, encarnan la progresión de la sociedad zapoteca. Su historia es una de innovación, competencia y legado, preservada en los registros arqueológicos para que los exploradores modernos reflexionen sobre ella.
Contexto histórico de San José Mogote
San José Mogote surgió alrededor del 1500 a.C. en el brazo de Etla del Valle de Oaxaca, como un pequeño conjunto de viviendas familiares en tierras fértiles. Para 1500–1150 a.C., se había convertido en la aldea más grande del valle, con unos 2000 m² y los primeros edificios públicos conocidos. Este periodo corresponde al Formativo Temprano, cuando el sitio comenzó a mostrar signos de complejidad social.
Durante el Formativo Medio (1150–850 a.C.), el asentamiento se expandió a 20 hectáreas, albergando alrededor de mil habitantes, la mitad de la población del valle. Las fases arqueológicas Tierras Largas (1400–1150 a.C.) y San José (1150–850 a.C.) revelan innovaciones cerámicas con motivos de tierra y cielo, y el uso del adobe hacia 850 a.C. Palizadas defensivas desde 1300 a.C. y sistemas de riego, como canales y ollas, permitieron un excedente agrícola.
Para la fase Rosario (700–500 a.C.), San José Mogote controlaba asentamientos subordinados mediante tributo, con unos mil habitantes distribuidos en 60 hectáreas. Destacan el Montículo 1, una plataforma de 15 metros de altura reconstruida con adobe y piedra, y edificios ceremoniales orientados ocho grados al oeste del norte, lo que sugiere alineaciones astronómicas similares a las de los sitios olmecas.
Artefactos como espejos de magnetita pulida, herramientas de obsidiana y el primer glifo zapoteca en el Monumento 3 (que representa “1 Terremoto” y una figura sacrificada) indican especialización artesanal y comercio a larga distancia, extendiéndose hasta la costa del Golfo. Este sitio funcionó como una jefatura que evolucionó de estructuras igualitarias a jerarquías hereditarias.
La fundación de Monte Albán
Monte Albán fue fundado alrededor del 500 a.C., al final del Formativo Medio, sobre una cresta no habitada a 400 metros sobre el nivel del valle, estratégicamente ubicada en la confluencia de los brazos de Etla, Tlacolula y Zimatlán-Ocotlán. Su fundación coincidió con un periodo de competencia regional, caracterizado por conflictos y zonas deshabitadas que separaban las jefaturas.
El sitio requirió una monumental modificación del paisaje, nivelando la cresta para crear terrazas, plataformas y la Gran Plaza (300 × 150 m, estucada en blanco). Las primeras fases, como Monte Albán Ia (500–300 a.C.), muestran un crecimiento acelerado a más de 5000 habitantes, con arquitectura monumental, templos y canchas de juego de pelota. Cerámicas y piedras talladas, como los “Danzantes” (más de 300 figuras de cautivos con rasgos olmecas), reflejan prácticas rituales e influencias externas.
Durante Monte Albán II (100 a.C.–200 d.C.), la población alcanzó unos 17 000 habitantes, consolidándolo como la capital zapoteca. La expansión incluyó las lápidas de conquista del Edificio J, una estructura en forma de flecha con orientación astronómica que registra lugares sometidos, confirmados por estudios en regiones como la Cañada de Cuicatlán.
El proceso de sinoicismo y los desplazamientos poblacionales
La transición de San José Mogote a Monte Albán ejemplifica el sinoicismo, un proceso de unificación comunitaria en el que las poblaciones se trasladan a un centro común. Los estudios arqueológicos muestran un declive en Mogote después del 500 a.C., mientras Monte Albán crecía rápidamente, sugiriendo una migración liderada por las élites.
Las élites de Mogote, que dominaban el brazo de Etla, probablemente organizaron este traslado ante la competencia con centros como Tilcajete. Las estimaciones demográficas indican que la población del valle creció de 3500 habitantes en 700–500 a.C. a más de 5000 para 300 a.C., concentrada en Monte Albán.
La evidencia técnica incluye continuidad en estilos cerámicos (tonalidades grises) y técnicas arquitectónicas, como el uso del adobe y la construcción de montículos, transferidas de Mogote a Albán.
Evidencia arqueológica que vincula ambos sitios
Las excavaciones de Kent Flannery y Joyce Marcus en San José Mogote revelaron estructuras ceremoniales comparables a las primeras construcciones públicas de Monte Albán. Las fases cerámicas muestran coincidencias, con piezas de la fase Rosario en ambos sitios con motivos de tierra y cielo.
La escritura glífica, representada por primera vez en el Monumento 3 de Mogote (600–500 a.C.), evoluciona en las lápidas de conquista de Monte Albán. Los objetos de intercambio, como espejos de magnetita y obsidiana, confirman redes comerciales continuas.
Implicaciones culturales y políticas
Este cambio centralizó la autoridad zapoteca, impulsando la formación estatal y las jerarquías sociales. El modelo de jefatura de Mogote, con líderes hereditarios de carácter sagrado, se amplió en Monte Albán, que llegó a dominar los valles altos de Oaxaca.
Los rituales de sacrificio y veneración ancestral, evidentes en Mogote, se intensificaron en Albán con la construcción de tumbas y canchas de pelota. Esta relación marca el nacimiento del urbanismo mesoamericano e influyó en centros contemporáneos como Teotihuacán.